La encontré en el paradero esperándome. Me había
seguido cual cazador asechando a su presa. Sé que dudó sobre mí, lo vi en su mirada, en su gesto de curiosidad mezclado con odio al observarme. Tardé en reconocerla, aunque me tomo menos tiempo
del que a ella le tomó reconocerme a mí.
Tuve miedo.
– Jamás dejes a un animal herido. – Recordé haber oído
decir.
No intercambiamos más de 10 palabras, pero dijo que
volvería. Cuando se fue, evalué mis culpas.
– A rey muerto rey puesto. – Concluí.
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