Dirigido a Usted Sr. Lector...

Estimado Sr. Lector, sea bienvenido a este pequeño reducto donde la fantasía, la literatura fantástica, inclusive la ciencia ficción aún persisten, negándose a desaparecer. Un lugar donde las letras usan la tecnología como su aliada, en Pro de evadir la apatía de los bomberos incendiarios de libros.
Saludos desde este bastión anclado en mi imaginación.



Disidencia.

– Cuentame, ¿qué es lo que ves?

–  Nada particular, la vida pasar...

 – Observa de nuevo.

El tono de su voz le dio a entender de que disponía del  tiempo suficiente como para esperar una respuesta. Su actitud le fastidió, era casi como si en su mundo existiera la calma. Probó una vez más.

– Hay cosas sucediendo, familias pasan, autos se mueven, interrupciones varias, semáforos, proyectos inconclusos, lo normal, lo cotidiano, solo lo típico, la vida en general… – Respondió sin mucha convicción, esta vez incluso algo incomoda. El tiempo transcurrió pausadamente, el mundo seguía su curso, el moviemiento estaba ahí, la vida pulsaba a su alrededor pululando disconforme...

 ¿Disconforme?

Cayó en cuenta de que algo le molestaba, algo en el escenario simplemente no terminaba de cuadrar. Se obligó observar nuevamente y vio lo mismo de siempre; La ciudad, la gente. Nada especial.  Siguieron caminando en silencio y entonces decantó. Las cosas fallaban, la gente tropezaba, cada vez que alguien hacia algo, otro “algo” pasaba y se lo impedía. El caos era lo único constante, todo lo demás tenía tope, todo tenía impedimento. Las personas se frustraban, corrían pero no avanzaban, casi todos se quedaban ahí.

–  Entonces, lo viste.

Entonces lo vió. Estaba de pie junto a cada cosa que fallaba, supervisando cada acto fallido. Tomó conciencia de que siempre había estado.  Cada vez que a alguien se le caía el lápiz de la mano, en cada acto aparentemente errado, cuando algo se movía, no cuadraba y fallaba. Él era el responsable. Estaba ahí, aquí y en todos lados. Casi podías verlo repetirse, estaba junto a todo y a todos. Notó su sorpresa ante el alcance sutil de sus catástrofes, lo cotidiano de su accionar, la obviedad de su existencia. Era en esencia tan solo un pobre cristiano. Nada realmente particular. Nadie realmente importante como para desconfiar y no bajar la guardia.

Quedó pasmada y él la miró.

–  Se llama el Gran Opositor. Recuerda quien es para cuando todo falle y nada resulte. Su trabajo es probar las voluntades de la gente, ser la excusa para que no se esfuercen, se duerman y se queden ahí. – Mientras lo escuchaba la ciudad empezó a ralentizarse, los bordes de su visión se tornaban difusos.  Cada vez le fue más dificil prestar atención, hasta el punto de no escuchar su voz.

Cuando despertó, la luz entraba a raudales a traves de las cortinas de su ventana. Apagó la alarma del reloj, se preparó para comenzar su rutina diaria.

– Créeme, es muy efectivo en su accionar. – Repitió a lo lejos el eco olvidado de una voz.

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