Volvía a estar sentada sola, abrazando un cojín frente a la chimenea de la casa matriarcal, el refugio foráneo familiar. Había silencio en el hogar, los demás temprano /de anochecida habían salido disfrutar la última brisa primaveral, que auguraba la llegada de la una buena temporada estival.
Pensaba en el sol radiante de afuera, el que pronto llegaría para conseguir alejar toda esa niebla matutina. Ya pronto amanecería y los demás regresarían de sus diferentes obligaciones nocturnas.
Lo había conseguido, se acercaba a la chimenea y aun estaba caliente. Como siempre busco, pero le costo encontrar su pulso. Ese fluir constante que le permitía afirmar que aun estaba en esta realidad, aun cuando el viento había vuelto a colarse en su alma, como se había colado el frió de otras vidas, mas pobres a través de alguna ventana rota.
Sonrió, al menos esta vez recordaba como había sido siempre que caía en este punto, ya sabia que la fuga, el suicidio, el escape, el morir de hambre o solo tristeza, incluso algunas otras no servían para solucionar lo que sentía. Tenia la experiencia, agradecía que en esta ocasión, recibió un guía para enfrentar a los fantasmas mejor. Ese solo detalle había hecho toda la diferencia.
Acomodo el calido poncho, que gozaba del merito de ayudarla a terminar los últimos versos / reflexiones de la noche. Movió el fuego, que a esta altura solo estaba en brasas de las ultimas cenizas, y guardo silencio. Tal vez, le dijeran algo mas, las observo atentamente.
Nada paso todo se mantenía tranquilo. Afuera el viento rugía suavemente, casi como un arrullo.
¡¡Ya tengo la solución!! – susurro, casi en un grito. Agito la cabeza jugando con su cabello coqueteándole… al ¿aire? – Si alguien me viera, otra vez dirían que estoy hablando sola.- pensó.
Agradeció el recuerdo a la joven de cabello color espiga, tes pálida y dulces ojos miel, que recordaba haber visto otras tantas veces usando ese hermoso vestido verde de satén.
Se que es reiterativo, pero siempre cabalgar, me hace volver a estar viva.
Comenzó a planificar el viaje, mientras caminaba sigilosa hacia su habitación. El sol destellaba cada vez más calido ahora, y la niebla, nuevamente abandono la zona frente a las primeras luces del amanecer.
S.H
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