Dirigido a Usted Sr. Lector...

Estimado Sr. Lector, sea bienvenido a este pequeño reducto donde la fantasía, la literatura fantástica, inclusive la ciencia ficción aún persisten, negándose a desaparecer. Un lugar donde las letras usan la tecnología como su aliada, en Pro de evadir la apatía de los bomberos incendiarios de libros.
Saludos desde este bastión anclado en mi imaginación.



Caminatas

Recuerdo el vaso. Esa fina copa que sostenía entre mis dedos, con la delicadeza con que hubiera deseado ser sostenida como mujer.

Recuerdo la botella, esa botella de vino robado desde el almacén, el almacén de mis padres, de mi casa, de los patrones, ya no lo se.
Recuerdo mis pasos, la falta de dirección que los guiaba a caminar como siempre, sola, al borde de aquel abismo. Aquel abismo de viento y mar ubicado frente a aquella cordillera frondosa de vida, que terminaba en olas chocando contra ella. Como besando mi amada tierra al final del océano...

Recuerdo el viento, mis cabellos meciéndose / desordenándose y acariciándome, largos como el vestido que me rozaba las piernas a cada paso y que disfrutaba de sentir al transitar.
Recuerdo la sensación de evasión que me otorgaba el vino de esa botella y como el viento me hacia sentir flotar, de la misma forma que ahora me entrega libertad.
Recuerdo mi amor por la vida, la sensación de tristeza de aquella ves. La añoranza de ser. Tormento que me persigue hasta el día de hoy. Muchas vidas después.
Recuerdo mis pies descalzos, no por que careciera de zapatos, si no por que adoro el ardor de sentir la tierra, el pasto bajo mis pies. La sensación de estar viva a veces pensando / a veces evasiva pero viva al fin y al cabo.
Recuerdo el como había neblina. Esa neblina tan típica de ese país isleño, que hoy me es tan tosca y a la vez agradable como el beso de un ser amado. El sabor del vino, esa delicia clara que se hallaba en mi boca tan desconocida como nueva para mí.
Recuerdo las aves, mi amor por la soledad que me dejaba a mi conciencia el no tener que ser. El silencio del abismo y el arrullo del mar.
Recuerdo que se hizo tarde, la caída del sol era la señal de que debía regresar, al menos nadie debía notar la desaparición del vaso.
Recuerdo mi juventud, la búsqueda que ahí nació, las decisiones que se tomaron y la actitud de desafió que se conserva conmigo, aun en el día de hoy, momento en que volví a caminar con la copa en mi manos, añorando aquella sensación de viento, de abismo, de rebelde libertad.


S. H

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