Dirigido a Usted Sr. Lector...

Estimado Sr. Lector, sea bienvenido a este pequeño reducto donde la fantasía, la literatura fantástica, inclusive la ciencia ficción aún persisten, negándose a desaparecer. Un lugar donde las letras usan la tecnología como su aliada, en Pro de evadir la apatía de los bomberos incendiarios de libros.
Saludos desde este bastión anclado en mi imaginación.



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Sonrió, con ese particular gesto de labios poco transparente, que en el fondo oculta un sollozo. Se concentro y tras un pequeño esfuerzo logro representar un papel que no lo acomodaba. El de joven diplomático, hombre distinguido, apuesto, deseado, intachable, honorable, solo, envidiado, asustado, enjaulado y abandonado en el centro de una habitación con un grupo selecto de personas cuyo deseo de verlo perecer podría haber sido detectado por gente con un poco mas de suerte.

La guerra era fácil en el campo de batalla, pero enfrentarse a las fieras que se encontraban con él, era una tortura aun peor que los días deshidratados del desierto. Sabia que lo observaban anhelantes de algún cumplido, un apretón de manos, una sonrisa o mirada que delatara la actual situación que ahora representarían en este nuevo escalafón social, al cual pertenecían esta exigua casta de hombres y mujeres de ojos fríos, miradas pálidas, facciones cínicas que enmarcaban dentro de sus delicados rasgos, sonrisas aun mas falsas que la de él.

Al menos, lo que he hecho a sembrado los pasos de la concreción de mis sueños.- Razonó. Se levanto solemnemente, ya mas satisfecho, y esta vez con una  real sonrisa en su rostro. Saludo a la gente del anfiteatro a su alrededor, mientras ayudaba a ponerse en pie a su hermosa a acompañante. Me gustaría haberla tomado para mi, al menos una vez.-  pensó al observar la magnifica silueta que apenas lograba disimular, contenida en ese delgado traje de lino. Hay cosas que aun deben corregirse en este reino.- dijo en voz alta para finalizar su discurso.

Segundos después, cuando el estruendo resonó a través de los aplausos del salón, su ultimo pensamiento estuvo situado en las arenas del desierto, y en como allí, por primera vez disfruto el viento, anhelando libertad.

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