Cuando sus vestiduras terminaron de deslizarse hacia el suelo, ella aún se encontraba de pie. Medio avergonzada, temblando, entumecida junto a la puerta. El fuego crepitaba al interior de la salamandra y pese a sentir la cercanía de las llamas en su piel, estas no bastaban para caldearla aunque fuera en parte. El frío invernal insistía en colarse por las rendijas de la ventana o quizás inclusive por debajo de la gruesa puerta…erizándole los bellos de la piel.
Hizo el inconciente gesto de abrazarse a si misma mas para ahuyentar la helada, que para ocultar su desnudez. Conservaba aún el cabello tomado sobre sus hombros, con algunas rebeldes mechas deslizándose por sus mejillas. Detalle que incluso en aquella penumbra hacía destacar el pálido tono de su pecosa piel.
Sintió, el ruido de las frazadas abriéndose, el sonido de los cobertores moviéndose hacia los costados de esa inmensa cama de roble, donde era esperada. El hombre que antes yacía en ella, ahora se levantaba, se movía. Su entrada lo había sacado del sopor en que se hallaba…No fue mucho el tiempo que se demoro en llegar hasta ella.
Él la observaba fijamente mientras daba cada paso, inspeccionándola en la penumbra. Pero, no fue hasta que sus brazos pudieron estrecharla contra el calor de su cuerpo, que ella dejo de temblar. El frío obraba dejándola pálida, invariablemente frágil en comparación a él. Era esa fragilidad, esa esbeltez de sus rasgos , junto a la estrechez de sus hombros ahora desnudos por primera vez ante él, lo que la hacía ver tan hermosa.- Juzgo.
La toco al tiempo que rozaba su cuello, que olía su cabello ahora revuelto alrededor de sus hombros. La beso mientras disfrutaba de observar esos mechones en tonos oscuros, algunos negros otros un tanto azulados, brillantes inclusive en la oscuridad. Sonrío pensando en dedicarse a descubrir que era lo que lo seducía tan limpiamente.
La tomo en sus brazos y más que arrojarla, como con otras solía hacer, la deposito en la cama. La observo mientras notaba que su piel volvía a erizarse. Sonrío satisfecho, conciente de esta vez no era el frío lo que la embargaba.
SH
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