Efectivamente en la generación de los veinte y tantos, puedes notar la marca que dejo la gran diferencia entre los que estudiamos de enciclopedias y libros como el Santillana de historia universal para enseñanza media y el segmento que creció con el computador en su domicilio. La diferencia es que los ahora adultos jóvenes o viejos ñoños literatos (lectores compulsivos) parecemos enciclopedia, manejamos más palabras y incluimos una capacidad de asociación a temas ridículamente añejos, que no necesariamente liga un buscador de Internet.
Disfruto poder decir que también crecí estudiando de la enciclopedia monitor, sumado a los resúmenes de la revista Icarito. En mi caso, cuando había algo que definitivamente ya no podía encontrar, después de tardes enteras buscando, tomaba el teléfono y llamaba a mi abuelo, pidiéndole orientación acerca de que en parte de la historia podía encontrar tal o cual información. Y él me ayudaba a sumergirme dentro de los cientos de libros que atesoraba en su biblioteca hasta encontrar algo que aludiera al tema.
Puede ser que seamos multifuncionales, pero no existe comparación a la ansiedad que se siente al leer las aventuras, amores y desventuras de tus personajes literarios. El olor a un libro viejo, el polvo de las hojas amarillas, las portadas gastadas e inclusive la molestia ante un libro subrayado o mal cuidado que merece ser atesorado, sólo por los contenidos que conserva al interior de sus roñosas hojas.
Recuerdo que antes, cuando querías ampliar el mundo de una persona y cuando te importaba la cultura de la gente, regalabas un libro con una sencilla dedicatoria. Así fue como conocí a Ray Bradbury y al libro que marco mi vida literaria (paradójicamente después de las crónicas de Narnia) Fahrenheit 451
Suena terrible, pero escritores como Phillip K Dick, Ray Bradbury, Kafka y en general gente que escribio en la post guerra o durante la guerra fría, tenían razón. No es el aumento de la información disponible lo que disminuye la lectura, admito que si incide (al menos en Chile) el hecho de los altos valores asociados a la adquisición de un buen libro o novela, incluidos aquellos de estudios en este conjunto. Mi impresión es que la apatía generalizada en que nos encontramos inmersos, sumado a la flojera que presenta la oportunidad de no pensar vs aplicar google y que se solucione mágicamente tu problema, es lo que esta dejando de lado una buena lectura o una tarde de esparcimiento. Cuando entras a trabajar paradójicamente tienes más recursos adquisitivos, pero a la vez, tienes menos tiempo para emplearlos en autoinstrucción personal… Esta tarde leía la bibliografía de Jack London, el tipo fue un autodidacta que hizo de todo para sobrevivir, vivió gran parte de las aventuras que narra en sus libros. Si voy más atrás pienso en Boccacio y su Decayeron (libro que me ha costado una infinidad leer por que equivale en conocimiento y expresión al peso de un ladrillo en mi cartera) pero vale la pena.
Vale la pena recordar y conocer a los clasicos, vale la pena imbuirte en causas como esta donde la capacidad de aprender de los errores de otros permite enfrentar tu vida con una mayor gama de posibilidades. No apoyo el hecho de esconder la nariz al interior de una biblioteca o solo una novela, pero citando a Jane Austen mi expectativa de una buena compañía es aquel con quien pueda tener una gran conversación. Y eso en mi caso incluye, capacidad y razón.
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