Vislumbró alejarse flotando los restos aún flameantes de la embarcación en el atardecer. Sabía, que junto con el humo y las cenizas desaparecerían los restos mortales, del que una vez fue un gran hombre al que admiro inclusive después haber abandonado su lecho. Apretó un poco más los dientes y se mantuvo firme, estoica. Ninguno de los presentes al verla atinaria a vislumbrar lo que sucedía en su interior.
En el fondo no puedo negar que me importa – pensó –Pero jamás podré expresar lo que siento. El hecho de que en este momento mi pecho se niegue a inhalar aire, el que me asfixie lentamente de rabia, impotencia y pena. Que mi garganta estallaría en sollozos si tan solo pudiera soltarme un poco, que si dejo de resistirme probablemente perdería el norte y huiría buscando un nuevo enemigo, uno inclusive más grande que el que acabo contigo. Sólo para concluir pronto mí martirio, el suplicio que siento en este momento… Sabes que muy en el fondo, siempre fui yo la cobarde. Inclusive admitiendo el hecho de que aún aspiro una muerte honorable, un combate honroso, un desceso esperado narrado desde las grandeza. Pero te maldigo en este momento, por dejarme creer que tú serias el que despidiria mis restos, en lugar de hoy yo hacer esto por ti…
La multitud en la playa a su alrededor se disipo lentamente, en silencio. Sobre el mar aún flotaban algunas otras pequeñas embarcaciones que contenían velas, flores e inciensos. A medida que oscurecía, las siluetas volvieron a adentrarse en el bosque, mimetizándose en el medio. Mientras los entes sutiles rondaban silenciosamente alrededor...
Horas más tarde mientras la luna brillaba en su máximo esplendor. Sólo quedo en la playa la silueta de un lobo de pelaje azulado observando las estrellas en el cielo y la luz de las últimas velas que aún espejaban su reflejo en el mar…
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