La época fue aun más antigua que lo que hoy enseña esta foto, el tiempo en que transcurrió esta historia es bastante mas añejo, pero con solo una mirada basto por su semejanza en un doloroso empeño por recordarlo. La gente de hoy creerá que solo se trata de un cuento viejo, insisto en que será mejor así.
Yo era joven, mas incluso de lo que soy ahora, pero nunca dejare de sorprenderme de ese amor, por la libertad / esa pasión salvaje, que personificaba a ese animal. Brioso / imprudente / resuelto a no dejarse montar, en nada parecido a el como llego a mal envejecer. ¿Cómo fuimos tan estupidos como para maltratar semejante belleza? Tal vez a causa de los excesos de una juventud mediana, los mismos que generaron en mi esa desazón, que lo insto a morir por mi egoísmo, casi como los que a ella la incentivaron a dejarse morir de pena.
Era tanta la vida que emanaba de el, que por mas que trate, jamás pude domarlo totalmente. Por mucho que me esforcé por comprar sus cariños siempre tuve la certeza que seria mas feliz, si retornaba a los paramos, mas allá de esta jaula de oro. Tal vez, lo maltrate por que me la recordaba. O lo que era hasta pocos años después de que sus padres, la casaron y la enviaron a vivir aquí. Antes de que la modorra comenzara a ganarle, aun cuando incluso le permití leer esos libros que tanto amaba. Cuando trajeron a este potro por primera vez, la vi levantar la mirada, con ese brillo inusual/ casi irreal. Que siempre reservo para otros, pero que jamás me cedió a mí, a mi al que trataba con gentil y amable indiferencia. Tal vez por eso le regale el caballo, para poder contemplar en sus ojos aunque fuera a través de otro, esa vitalidad que se volvía insustancial en los mismos cuando me observaba.
Por aquella estación me avergonzaba de sentirme celoso de esa bestia, ese animal que la hizo sonreír siempre, más de lo que jamás sonrió por mí. Jamás pensé en que seria su amor por el corcel, lo que le llevaría a conocer a otro, lo que la liberaría de mí. Estaba tan feliz por lo logrado con el potro que no vi lo que tenia frente a mis narices, hasta que un día me encontré con ella, arrodillada en el suelo junto a lo quedo de el, el motivo real de su risa. Ahora tan solo un cuerpo inerte y manchado de sangre. Recuerdo su silencio a través del abismo que sello sus ojos, esa muralla con que aun seguía sosteniéndolo, apenas, con sus brazos delicados, tan esbeltos y gráciles, como el conjunto de su cuerpo.
Nunca más se acerco de nuevo al caballo por mi orden expresa, pero tanto como bella y delicada de cuerpo era arrogante y tozuda de mente por lo que por supuesto de nuevo no me dejo ganar. Pocos menos de dos meses habían pasado cuando logro lo que quiso, seguirlo a el, a un lugar donde mi vigilancia y mis cuidados no pudieron alcanzarla. El equino la siguió menos de un año después.
SH
Yo era joven, mas incluso de lo que soy ahora, pero nunca dejare de sorprenderme de ese amor, por la libertad / esa pasión salvaje, que personificaba a ese animal. Brioso / imprudente / resuelto a no dejarse montar, en nada parecido a el como llego a mal envejecer. ¿Cómo fuimos tan estupidos como para maltratar semejante belleza? Tal vez a causa de los excesos de una juventud mediana, los mismos que generaron en mi esa desazón, que lo insto a morir por mi egoísmo, casi como los que a ella la incentivaron a dejarse morir de pena.
Era tanta la vida que emanaba de el, que por mas que trate, jamás pude domarlo totalmente. Por mucho que me esforcé por comprar sus cariños siempre tuve la certeza que seria mas feliz, si retornaba a los paramos, mas allá de esta jaula de oro. Tal vez, lo maltrate por que me la recordaba. O lo que era hasta pocos años después de que sus padres, la casaron y la enviaron a vivir aquí. Antes de que la modorra comenzara a ganarle, aun cuando incluso le permití leer esos libros que tanto amaba. Cuando trajeron a este potro por primera vez, la vi levantar la mirada, con ese brillo inusual/ casi irreal. Que siempre reservo para otros, pero que jamás me cedió a mí, a mi al que trataba con gentil y amable indiferencia. Tal vez por eso le regale el caballo, para poder contemplar en sus ojos aunque fuera a través de otro, esa vitalidad que se volvía insustancial en los mismos cuando me observaba.
Por aquella estación me avergonzaba de sentirme celoso de esa bestia, ese animal que la hizo sonreír siempre, más de lo que jamás sonrió por mí. Jamás pensé en que seria su amor por el corcel, lo que le llevaría a conocer a otro, lo que la liberaría de mí. Estaba tan feliz por lo logrado con el potro que no vi lo que tenia frente a mis narices, hasta que un día me encontré con ella, arrodillada en el suelo junto a lo quedo de el, el motivo real de su risa. Ahora tan solo un cuerpo inerte y manchado de sangre. Recuerdo su silencio a través del abismo que sello sus ojos, esa muralla con que aun seguía sosteniéndolo, apenas, con sus brazos delicados, tan esbeltos y gráciles, como el conjunto de su cuerpo.
Nunca más se acerco de nuevo al caballo por mi orden expresa, pero tanto como bella y delicada de cuerpo era arrogante y tozuda de mente por lo que por supuesto de nuevo no me dejo ganar. Pocos menos de dos meses habían pasado cuando logro lo que quiso, seguirlo a el, a un lugar donde mi vigilancia y mis cuidados no pudieron alcanzarla. El equino la siguió menos de un año después.
SH
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